Santa Isabel de Hungría, que da nombre a nuestro centro, era la soberana del reino de Turingia, allá en el siglo XIII. 

Cuenta la leyenda que, a pesar de habérsele prohibido, siempre llevaba comida y pan a los pobres. En una ocasión, habiendo sido sorprendida por su cuñado, Conrado de Turingia, para evitar que Isabel tuviera que mentir o fuese castigada por el noble, Dios transformó las frutas del cesto que llevaba en rosas. Por ello, siempre es representada con un delantal o una cesta de flores.

Por eso mismo, hoy, para celebrar su día, hemos celebrado la Palabra y la hemos emulado recogiendo comida para Cáritas Diocesana y usándola como ofrenda a su memoria en la celebración.